En algunos casos quizás patológicos impulsados por la ambición desmedida, y en otros casos, según lo mal que nos este yendo en la vida ya no nos estaremos exigiendo éxitos a nosotros mismos, sino que se los estaremos pidiendo a otro. Este otro, podrá ser nuestro equipo favorito de fútbol, algún tenista, la selección de básquet, de fútbol, las Leonas o los Pumas.
Nos hacemos inmediatamente hinchas fanáticos de aquel mediático deporte que este pasando por un momento brillante aunque no entendamos un reverendo corno de lo que se trata, pero si gana, ahí estamos firmes, gorro, bandera y bincha.
Un caso patético y paradigmático es el fútbol. Seguramente muchos de nosotros hemos presenciado las penosas escenas de los padres de los jugadores de las divisiones mas pequeñas presionando a sus propios hijos para que el jugador contrario no pase con éxito por al lado de su hijo, y si así fuere, que al menos no sea en una sola pieza, al grito de MATALO.
En un ligero análisis podemos ver que estamos pasando la mochila de nuestras propias frustraciones por aquello que no pudimos lograr, tanto deportiva como en la vida misma a nuestros hijos para que estos triunfen ganen muchísimo dinero a cualquier costa, inclusive truncándole la carrera a un compañero por una lesión, este también es un recurso valido.
Para aquellos que ya resignados por la desgracia que sus hijos eligieron los libros o la música para forjar su futuro, solo les queda ir a una cancha de fútbol a insultar a propios y extraños, este será un eficaz bálsamo y una terapia alternativa para que nuestras familias disfruten de un padre ya con espíritu renovado. Claro que esto durara apenas unos pocos días hasta que volvamos cruzarnos nuevamente con nuestra oscura realidad.
Años atrás, donde la vorágine de los millones en el fútbol no eran la locura e hoy, donde se jugaba para el equipo del cual era hincha (Bochini y tantos otros) .Donde vestir la celeste y blanca era un orgullo y no una vidriera para generar millones.
La pregunta que se me ocurre… ¿deporte, trabajo o negocio? ¿Pueden convivir estas tres cosas?
Recuerdos de mi infancia, donde el deporte era un complemento para la salud mental y espiritual, mas el estudio y los amigos.
Mi frustrada incursión por el fútbol infantil de Temperley, precipito mi alejamiento ya que a pesar mis limitaciones el afán del padre de un jugador que integraba la subcomisión consideraba que su hijo era mejor que yo y sin que me dejen libre me fui solo. De todos modos el fútbol no perdió nada, gracias a Dios por que la verdad es que yo no hubiera llegado a nada y el, por lo visto lo único que logro es que yo me vaya.
En estos días, tenemos un “noble deporte” que esta en boca de todos, en el cual tuve el orgullo de llegar a jugar muchos años y de donde me llevo a comprender desde muy pequeño mucho mas el sentido del deporte, la sana competencia, el jugar por la camiseta, llorar cuando se canta el himno nacional, el respeto por los árbitros, el respeto por el rival, compartir un tercer tiempo charlando amigablemente con quien quizás nos había ganado por goleada, valorando la amistad y el espíritu deportivo, sabiendo sobreponerse a la adversidad, un juego, una competencia y nada mas, era solo eso competir y hacer amigos y hasta compartir tribunas en finales de campeonato.
No es el primer mundo ni otro planeta, es la esencia del deporte, tan simple como eso.
Colaboración de JMV
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