jueves, agosto 30, 2007

El fracaso de la estupidez

El primer recuerdo que tenemos de Mario Gallina es de una circunstancia feliz para nosotros. Fue el árbitro de la final del segundo ascenso del Celeste a Primera en el profesionalismo, el famoso partido frente a Atlanta con aquella interminable definición por penales.

Las últimas noticias que estamos teniendo de este personaje en lo que todos esperamos, sean sus últimos meses de su lamentable gestión como titular del COPROSEDE son bastante mas amargos.

La insólita medida de impedir la concurrencia de hinchadas visitantes a ver a sus equipos, en los torneos del ascenso, marcha, a todo ritmo a un estrepitoso fracaso y a un desastre previsible.

Poco a poco, cada vez son más los hinchas de distintos clubes que concurren, camuflados o infiltrados a las tribunas locales a ver los partidos. En lugar que, como corresponde, cada parcialidad ocupe una tribuna, hoy estamos presenciando la explosiva situación que las dos parcialidades, ven los partidos en una misma tribuna, y los policías, solo aguardan el desastre, para poder capitalizar del mismo, operativos mas numerosos y, por ende, mas redituables. Pareciera que es lo único que les interesa.

El pasado domingo, en el Beranger tres hinchas de Brown gritaron su gol en la tribuna de Temperley y a punto estuvo de suceder un desastre. Afortunadamente para todos, en especial para esos tres hinchas, el partido lo ganó finalmente Temperley y todo quedó en una pequeña escaramuza, pero ¿Qué hubiera sucedido si el gol de Brown era el empate o el triunfo del equipo de Adrogué?, ¿Qué va a pasar cuando hinchadas mas numerosas jueguen de visitante y no sean “amigas” como la de All Boys y Temperley?.

En cada partido del ascenso, la situación es como un gran balde de nafta al cual, solo falta que alguien encienda una chispa para provocar un incendio incontrolable, mientras Gallina y los demás responsables, miran para otro lado.

Mientras los hinchas de River se siguen asesinando entre ellos o intentando hacerlo en la misma jurisdicción en la cual la policía de Arslanian y Gallina, debieran controlar, miles de hinchas de fútbol del ascenso ven por televisión como los hinchas “millonarios” pueden ir al estadio que se les da la gana, con bombos, banderas de cualquier tamaño y toda la pirotecnia que quieran.

Solo nos queda desear que alguien decida recapacitar sobre esta locura antes que haya que lamentar pérdidas irrecuperables.
“Algo había que hacer” sostienen los que suelen justificar lo injustificable. Seguro que Algo había que hacer, pero nada cercano a lo que se hizo.

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